EL GRINCH
Hace
tiempo (y no es un chiste)
vivió un
ser de mirada triste.
Villa
Quién fue el lugar
donde el
Grinch escogió morar.
Los
felices “quienes” ahí vivían
y el
Grinch con ellos reñía.
No se
reía, siempre enojado,
le
gustaba estar amargado.
La
Navidad, sin explicación
odiaba de
corazón.
Un
diciembre muy helado
se sintió
el más malvado
y a la
bella Nochebuena
quiso
quitarle lo buena.
Esa linda
noche mágica
decidió
volverla trágica.
“Nadie la
disfrutará
y el
pueblo entero llorará
cuando
vea mi travesura
que nadie
espera sea tan dura.
En eso al
Grinch se le ocurrió
una muy
mala idea y sonrió.
“La
Navidad debo evitar,
que no se
pongan a cantar,
que los
niños no hagan ruido
y que
caigan en olvido;
que no
sean felices
y se
llenen de lombrices.
Ja, los
quienes quieren fiestas
y yo seré
su aguafiestas”.
De Santa
Claus se disfrazó
y a su
perro convirtió
en un
reno narizón.
Con gran
prisa entró a un hogar
y su plan
puso a actuar.
Con el
rostro deformado
y el
corazón más malvado
los
dulces y los regalitos,
la
comida, el arbolito
todo
junto lo robó
y en su
bolsa lo escondió:
bicicletas
y paletas,
muñecas y
patinetas,
el suave
vino y el pavo...
lo robó y
dijo “Bravo”.
Luego
corrió a su casa sombría
a esperar
que llegara el día.
“Navidad
hoy por fin no tendrán
y reiré
de cómo llorarán”.
Pero en
eso un sonido oyó
que de
veras su mente turbó.
Eran
risas y cantos de gozo...
¡celebraban
con gran alborozo!
El Grinch
entendía muy poco
o todos
estaban muy locos
o sin
comer y sin regalar
podían
igual festejar.
Así,
Navidad no estaba en las tiendas
ni en las
manos de Santa las riendas
de hacer
que la gente del mundo
se diera
cariño profundo.
El Grinch así lo entendió
y ser bueno por fin decidió;
regresó los juguetes con prisa
y en mil caras brotó una sonrisa.
Lo mejor es que con esa lección
al Grinch se le curó el corazón
y se puso a reír y a bailar
y aprendió desde entonces a amar
Theodor Seuss
Geisel fue un escritor y
caricaturista estadounidense, más conocido por sus libros infantiles escritos
bajo su seudónimo, Dr. Seuss.
Publicó más de 60 libros para niños, que a menudo se caracterizan por sus personajes
imaginativos y la utilización de rimas. Sus
obras despiertan la imaginación de los lectores a la vez que tratan
temas esenciales como el deterioro del medio ambiente o la adquisición de la
propia identidad.
En esta obra escrita en 1957 ( “Cómo el Grinch robó la Navidad”) pretende denunciar cómo el consumismo ha acabado por ser la esencia de la Navidad y satiriza esta situación.
En esta obra escrita en 1957 ( “Cómo el Grinch robó la Navidad”) pretende denunciar cómo el consumismo ha acabado por ser la esencia de la Navidad y satiriza esta situación.
En un
principio, esta fiesta tenía un carácter religioso, pero con el paso del tiempo
y con la popularización del intercambio de regalos durante estas fechas, la
celebración se extendió de manera global, por lo que la celebran la mayor parte
de las personas, independientemente de sus creencias. Debido a esto último se
ha vuelto de gran interés comercial para las empresas, que lo aprovechan
enormemente orientando sus productos al ámbito navideño. También se aprovechan
de personajes como Papa Noel, los Reyes
Magos, el Esteru (Cantabria), el Olentzero (País Vasco y Navarra), el Apalpador
(Galicia) o Tío de Nadal (Cataluña) para enardecer las pasiones consumistas, de manera que si no recibes regalos ese día es
como si no hubieses tenido “navidad”. Así, la gente compra toneladas de
adornos, juguetes y otros regalos, litros de vinos, cava o champagne y se gasta
mucho dinero en sofisticadas y excesivas comidas. Pero esto implica un
insostenible desgaste de recursos naturales, y también una sobrexplotación de
trabajadores, que no digo que únicamente los sobreexploten en estas fechas sino
que es cuando más notable se hace. En China, en la ciudad de Yiwu, miles
de empleados repartidos en 600 fábricas pasan 12 horas al día en los talleres
generando la multitud de adornos que decoran el mundo, para recibir un salario
de 320 euros mensuales. El modelo de consumo de los países del norte, supone
que el 12% de
la gente que vive en Norteamérica y Europa occidental es responsable del 60%
del consumo de recursos del planeta, mientras que los que viven en el sudeste
asiático o en el África subsahariana representan sólo un 3,2%, de manera que si
estas tendencias consumistas se extendieran al resto de la población harían
falta 3 planetas para satisfacer todas las necesidades.
En mi opinión, estas fechas han perdido totalmente su
significado original, para sustituirlo por el aumento de consumo de productos
innecesarios tras una fachada de solidaridad, felicidad y ambiente familiar. Esto
únicamente beneficia a las empresas, que sacan un enorme provecho de ello, sin
pensar que a la vez conlleva una serie de graves problemas que nos afectan a
todos, como es el problema del medio ambiente o la sobrexplotación de los
trabajadores. Creo que deberíamos centrarnos menos en el ámbito comercial para
dar paso a lo que verdaderamente es importante, o lo que realmente se está
celebrando, ya que ¿Qué hubiera pasado si, como en el cuento del Grinch, estas
navidades hubieran desaparecido toda la comida, los adornos y los regalos? ¿Nos pondríamos a cantar como “los
Quien”?
No te falta razón Carlos. Buen post.
ResponderEliminarSaludos